Cuando los colonizadores de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales llegaron a África Austral en 1652, su objetivo era establecer un puesto de reabastecimiento para los barcos holandeses que navegaban alrededor del Cabo de Buena Esperanza. La colonia era abastecida con agua y alimentos frescos, incluidos carnes obtenidas de tribus nómadas locales. Sin embargo, el volumen de tráfico marítimo creció rápidamente, expandiendo la colonia holandesa en un área que hoy conocemos como Ciudad del Cabo, con vastos terrenos agrícolas.
La preocupación por la adquisición y crianza de ganado para el suministro de alimentos a colonos y marineros llevó a los holandeses a explotar varias especies de la fauna africana. Entre ellas estaba el quagga, una subespecie de la cebra de llanura que se extinguió en 1883. La última referencia de un ejemplar en estado salvaje data de los años 70 del siglo XIX, y su desaparición se atribuye en gran medida a la ferocidad de los cazadores holandeses, además de la mala comunicación entre colonizadores y tribus locales.
El quagga no podía ser domesticado. A diferencia de otros animales grandes, los quaggas servían como fuente de carne y materiales para los cazadores del siglo XIX, que cazaban estos animales por su carne y pieles, las cuales podían usarse como cuero. Los quaggas vivían en abundancia en estado salvaje y las tribus indígenas, como los khoikhoi, los cazaban y utilizaban casi toda la carcasa para fabricar objetos útiles como zapatos, cuerdas y arneses.
Sin embargo, a pesar de su potencial como fuente de alimento sostenible para los colonizadores, la actitud holandesa hacia la especie cambió tras el establecimiento de la colonia del Cabo. Los holandeses intentaron usar a los quaggas para proteger los rebaños de ganado y como animales de carga, pero estos animales tenían poca resistencia, eran agresivos y difíciles de domar. Sus planes de domesticación masiva fracasaron. Aunque algunos quaggas fueron llevados a zoológicos en Europa para reproducirse, no reaccionaron bien a la cautividad. Uno de ellos murió tras golpearse repetidamente contra las paredes de su recinto. La percepción cambió y los holandeses comenzaron a tratarlos como plaga, acabando con muchos de manera indiscriminada.
El quagga y la zebra
Algunas fuentes sugieren que la extinción del quagga no fue tan premeditada como puede parecer con el tiempo. En el siglo XIX, Sudáfrica estaba llena de vida salvaje, y existe la idea de que la pérdida del quagga ocurrió en un contexto de caza indiscriminada por colonos, tribus y cazadores profesionales que viajaban a la zona específicamente para cazar grandes animales. Se ha señalado que la palabra «quagga», que proviene del idioma khoikhoi, fue utilizada de manera amplia por las comunidades indígenas para referirse a varias subespecies de cebras de llanura, y que la falta de distinción entre estas especies contribuyó a que la desaparición del quagga pasara desapercibida hasta que fue demasiado tarde.
En las últimas cuatro décadas, se ha realizado un esfuerzo significativo por devolver al quagga a la vida. En 1987, conservacionistas del Parque Nacional Etosha en Sudáfrica seleccionaron nueve cebras para intentar criar una nueva versión del quagga, que se diferencia de la zebra en tener un tono más oscuro y rayas solo en la mitad anterior de su cuerpo. Aunque estos esfuerzos continúan, el proyecto, conocido como el Proyecto Quagga, admite que los animales no serán quaggas en sentido genético. Sin embargo, se espera que, mediante cría selectiva, puedan generarse animales similares en apariencia y comportamiento.
Desafortunadamente, muchas especies animales enfrentan la extinción en la actualidad. En Sudáfrica, los esfuerzos de conservación buscan aumentar la biodiversidad y restaurar el paisaje lleno de fauna que existió hace siglos, además de contribuir a estabilizar el clima en constante cambio.