Los números de Seguridad Social son parte de nuestra identidad en Estados Unidos. La mayoría de los padres los solicitan al nacer a sus hijos, al mismo tiempo que tramitan sus actas de nacimiento. Desde ese momento, ese número nos acompaña como un identificador único, similar a una huella dactilar. Nadie más tiene un número igual al nuestro mientras estamos vivos. Navegar por la vida en EE. UU. sin un número de Seguridad Social sería muy difícil, ya que instituciones como bancos, médicos y apartamientos siempre lo requieren. Sin embargo, su propósito original era registrar la historia laboral de cada persona para calcular los beneficios de jubilación que podrían recibir en la vejez.
En 1935, en plena Gran Depresión, se aprobó la Ley de Seguridad Social. Esto permitió a las personas inscribirse en un sistema de seguro financiero que funcionaba como una especie de plan de ahorro: el gobierno federal recolectaba un porcentaje de sus salarios y, al cumplir los 65 años, las personas podían estar seguras de recibir ingresos hasta su fallecimiento. La ley, sin embargo, no incluía a los agricultores, y los Amish, que abandonaron su país natal para establecerse en Pensilvania en 1737, seguían dedicándose a la agricultura como parte fundamental de su modo de vida. En el primer mes de inscripción al sistema, 22 millones de personas solicitaron su afiliación, pero los Amish no estaban entre ellas. Con el tiempo, se les permitió aplicar, pero ante su tradicional rechazo a involucrarse en la vida moderna estadounidense, prefirieron mantenerse al margen del sistema.
No creen en los seguros
Los Amish son conocidos por mantener firmemente sus convicciones. Sus valores, basados en su fe cristiana, influyen en su modo de vivir con sencillez, rechazando la tecnología y comodidades modernas. Cuando la Seguridad Social se hizo accesible, no fue una opción para ellos, ya que no querían participar en la Revolución Industrial ni en el control del tiempo laboral. Sin embargo, en 1954, la ley fue modificada para incluir a los agricultores y Amish, pero estos últimos rechazaron integrarse. Según informaron en PBS, recolectaron 14,000 firmas en una petición para negarse a pagar por el seguro social, ya que creían que no se alineaba con sus valores. Elprofesor Donald Kraybill, experto en anabaptistas, explicó que no querían ser parte del sistema de Seguridad Social ni recibir beneficios, porque la Biblia enseña que los cristianos deben ayudarse mutuamente. Los Amish confían en su comunidad, familias extensas y en su fe, convencidos de que cuando sean mayores y ya no puedan trabajar, sus necesidades serán cubiertas por sus familiares, su iglesia y su comunidad. Esa es su forma de entender el cuidado mutuo.
Exención del sistema de Seguridad Social, pero con matices
Los Amish solicitaron oficialmente la opción de no pagar al sistema de Seguridad Social, y tras una década de gestiones, el gobierno aceptó. En principio, se les negaba la participación y el IRS le confiscó sus bienes. Pero en 1965, otra enmienda a la ley los eximió de tener números de Seguridad Social y de pagar al sistema. Cuando nacen sus hijos, llenan el Formulario 4029, y el IRS exime a los niños de tener SSN. Sin embargo, los Amish que trabajan por cuenta propia están exentos, pero aquellos que poseen negocios y emplean a otros no pueden decidir no pagar impuestos de Seguridad Social por sus empleados, ya que la Suprema Corte en 1982 dictaminó que deben contribuir. En ese año, el juez Warren E. Burger aseguró que hay un límite a la libertad religiosa en estos ámbitos, ya que permitir que los grupos religiosos que participan en actividades comerciales eviten pagar contribuciones sociolaborales compromete la protección del interés colectivo y la convivencia social en un Estado democrático.