Por encima de las cumbres del Range de Karakorum, en la frontera entre China y Pakistán, se encuentra el K2. Conocido como el segundo pico más alto del mundo, el K2 posee otra distinción, aún más siniestra: es una de las montañas más peligrosas del planeta.
Su base se sitúa a 4,600 metros sobre el nivel del mar y alcanza los 8,611 metros en su cumbre (según Britannica). Esto lo convierte en uno de los 14 picos en el mundo clasificados como ‘Ocho Mil’, montañas que superan los 8,000 metros de altura (según Mountain IQ).
Desde 1954, se han reportado 87 muertes en intentos de escalar el K2. Solo 377 personas han logrado alcanzar la cumbre, en comparación con las 9,000 que han llegado a la cima del Everest. Un informe de NASA estima que la tasa de mortalidad en escaladas al Everest es de aproximadamente el 4%. Para el K2, esa cifra se eleva a un impactante 29%.
Los peligros de escalar el K2
Escalar cualquier montaña conlleva riesgos, pero el K2 se destaca por su extremada peligrosidad. Está expuesto a condiciones climáticas extremadamente adversas: vientos que alcanzan hasta 200 kilómetros por hora y temperaturas que bajan hasta -60 °C (-76 °F). Por ello, los intentos de escalar en invierno son altamente desaconsejables, habiendo solo ocho expediciones invernales registradas (según Al Jazeera).
Más allá del clima extremo, los obstáculos en la ruta presentan peligros propios. Cuentan con nombres como la Chimenea de la Casa, la Pirámide Negra y el Hombro, cada uno con desafíos específicos. Sin embargo, la parte más famosa y temida de la ascensión es conocida como el Cuello de Botella. Se trata de un estrecho glaciar rodeado de capas de hielo que a menudo colapsan (Al Jazeera).
Contrario a lo que muchos podrían pensar, la seguridad de una expedición al K2 no mejora al llegar a la cumbre. Al escalar una montaña que supera los 8,000 metros, la bajada puede ser incluso más peligrosa que la ascensión, según Vanessa O’Brien (Al Jazeera), la primera mujer británico-estadounidense en coronar la montaña. Ella señala que el 85% de las muertes ocurren durante el descenso, ya que los escaladores han gastado la mayor parte de su energía en llegar a la cumbre y no dejan suficiente para el regreso.