Las tierras y las civilizaciones gobernadas por reyes y reinas parecen formar parte inherente de la civilización humana, pero todo tuvo un comienzo. Antes de eso, era difícil entender cómo era el liderazgo entre nuestros antepasados, principalmente porque no existía un lenguaje escrito. Todo eso cambió durante la llamada «cuna de la civilización» en Mesopotamia, un territorio que abarcaba partes de los actuales Irak, Kuwait, Siria y Turquía. La palabra griega para «entre dos ríos» describe precisamente su ubicación entre los ríos Tigris y Éufrates, y fue conocida como la «Creciente Fertil» por un egiptólogo del siglo XX.
La civilización se desarrolló en la región durante miles de años. Ya en el año 10.000 a.C., surgieron las primeras prácticas agrícolas. Con el paso del tiempo, se creó cerámica y se horneaba en hornos, y la antigua ciudad de Nínive fue habitada. Entre el 6000 y el 1750 a.C., floreció la civilización sumeria y se establecieron varias ciudades. En estos centros urbanos y pueblos, los mesopotámicos inventaron muchas cosas que todavía utilizamos hoy, y hace aproximadamente 4.000 años aparecieron los primeros reyes, algunos con mayor influencia que otros.
Mesopotamia inventó las matemáticas, la ley, la cerveza y los reyes
Lo que consideramos hoy civilización implicó un cambio de estilo de vida para los habitantes de Mesopotamia. Pasaron de ser nómadas a formar asentamientos permanentes, que evolucionaron en aldeas y ciudades. Los habitantes de estos asentamientos cultivaban alimentos, criaban animales y adquirieron habilidades en diversas profesiones. Fueron pioneros en inventar la rueda, en la elaboración de cerveza y vino, y en la escritura de leyes y códigos.
De hecho, uno de los mayores motivos por los que conocemos este período es porque los mesopotámicos fueron de los primeros en desarrollar sistemas de escritura y registros. Surgieron matemáticos y astrónomos, y los intelectuales de la época crearon el sistema de medición del tiempo, dividiéndolo en segundos, minutos y horas. Sin embargo, todo eso no convirtió a la región en un reino en sí misma, ya que existían diversas culturas y no había una ciudad centro unificada. Aunque hoy la religión predominante es el islam, en la antigüedad, los mesopotámicos practicaban un politeísmo dedicado a muchos dioses con forma humana, a los que atendían para cumplir sus necesidades y mantenerlos satisfechos, como señala la Enciclopedia Britannica.
En medio de avances culturales, arquitectónicos y agrícolas, comenzó el Período de las Primeras Dinastías en el 2.700 a.C. Con ello surgieron varios reyes que gobernaron distintas ciudades, pero el que se acredita por unificar toda la región y crear el primer imperio fue Sargón de Akkad, quien gobernó entre el 2.334 y el 2.279 a.C.
El reino de Sargón de Akkad ayudó a moldear el rumbo de la humanidad
Sargón conquistó territorios y reyes de las diversas ciudades-estado de Mesopotamia, y promovió avances como el primer sistema postal, mejoras en los sistemas de irrigación, caminos y progresos en ciencia y artes. También cambió la perspectiva de la vida en la región. Como explica Paul Kriwaczek, experto en Mesopotamia y autor de «Babilonia: Mesopotamia y el nacimiento de la civilización»: «Cada ciudad era la creación y hogar de un dios en particular. Es como si la ‘vida real’ fuera aquella que vivían los dioses en el reino divino, mientras lo que ocurría en la Tierra era un espectáculo secundario. La era de Sargón y Naram-Sín (el nieto de Sargón) modificó todo eso, desplazó el foco hacia el mundo humano, e introdujo una nueva concepción del universo: una en donde los humanos, en lugar de los dioses, eran los protagonistas de la historia mesopotámica».
Este cambio en la mentalidad fue tan importante para formar la civilización moderna como los numerosos descubrimientos y leyes creados en la antigua Mesopotamia. En épocas posteriores, los reyes y faraones fueron venerados como seres divinos, pero gran parte de cómo continuó la vida en sociedades civilizadas fue influenciada por su primer y más antiguo reino.