Adolf casi tuvo otro apellido en lugar de Hitler
Adolf Hitler es fácilmente uno de los nombres más conocidos en toda la historia humana, junto a figuras como Alejandro Magno, Isaac Newton, Sócrates, Carlomagno y Jesús. Fue el líder fanático que llevó a Alemania y a sus aliados a la Segunda Guerra Mundial (y también la inició), además de liderar el partido nazi a su caída. Reconocido por sus terribles peinados, salivazos al hablar y por consolidar la idea de que el alemán es un idioma de sonido áspero, también fue un pintor fracasado y veterano de la Primera Guerra Mundial que tenía mucha animosidad hacia la comunidad judía. Además: estuvo casi llamado Adolf Schicklgruber.
La historia del apellido alternativo de Hitler es una especie de leyenda urbana con base en hechos históricos, aunque con varias lagunas. Existen incluso entradas en sitios como Historia Alternativa que imaginan cómo habría sido su vida si no se hubiera convertido en el dictador que conocemos. ¿Qué pasaría si se dedicara solo a pintar, hiciera un poco de política, nunca se casara y muriera en Nueva York a los 73 años con un perro y tres gatos? En ese escenario, su nombre sería Adolf Schicklgruber.
Pero, lamentablemente, Schicklgruber nunca fue. Aunque un cambio de nombre no habría cambiado su carácter ni sus decisiones, ¿quizá sí? Todo empezaba con su padre, quien nació fuera del matrimonio, tomó el apellido de su madre y, según cuenta la historia, eligió un apellido diferente para él y su hijo.
Adolf Hitler casi fue Adolf Schicklgruber
La historia del Adolf que nunca fue — Schicklgruber, no Hitler — inicia con su padre, con quien comparte apellido y la inicial del nombre. Alois tenía más de 50 años cuando nació Adolf en Braunau am Inn, Austria, el 20 de abril de 1889. Su matrimonio con Klara Pölzl fue el tercero y con él tuvo seis hijos, de los cuales solo Adolf y su hermana, Paula, llegaron a la edad adulta.
Para cuando Adolf era niño, Alois ya estaba jubilado y falleció en 1903. Klara murió cuatro años después, en 1907. Paula vivió hasta 1960, y en su diario, publicado en 2005, podemos conocer detalles sobre la crianza que, como era de esperarse para un dictador, fue dura: Alois solía golpear a Hitler, quien a su vez golpeaba a Paula. Su madre, impotente, no pudo intervenir.
Según la narración, la maldición de padre a hijo empezó con los propios orígenes de Alois, que nació en 1837 fuera del matrimonio de Maria Anna Schicklgruber, quien le dio su apellido. Cuando Alois tenía 5 años, su madre se casó con Johann Georg Hiedler, y en ese momento aparece el apellido «Hitler» en una forma diferente. Por alguna razón, Alois cambió legalmente su apellido de Schicklgruber a Hiedler cuando tenía unos 40 años, y luego modificó la escritura a Hitler, sin que nadie sepa por qué. De no haber hecho ese cambio, el nombre de Hitler habría sido Adolf Schicklgruber.
Herencia secreta, errores tipográficos y teorías conspirativas
Adolf Hitler mantuvo su nombre legal de nacimiento toda su vida, a pesar de su relación conflictiva con su padre, Alois. Este hecho contradice las teorías conspirativas que sugieren que Hitler tenía un origen judío secreto. Según esas historias, su odio hacia su padre y hacia sí mismo sería un reflejo de un supuesto parentesco judío, basado en que la madre de Alois, Maria Anna Schicklgruber, trabajaba como empleada doméstica de una familia adinerada judía y tuvo a Alois fuera del matrimonio.
Es importante aclarar que «Hitler» fue y sigue siendo un apellido presente en varias partes del mundo, especialmente en Nueva York en los años 30. La grafía variaba — «Hittler» — pero sigue siendo el mismo nombre. Incluso en 2014, miles de personas en el mundo llevaban ese apellido, siendo Nigeria uno de los países con mayor presencia. Variantes como «Heitler,» «Hietler,» «Hitler,» o «Hittler» existen y, sorprendentemente, en el certificado de nacimiento de Adolf aparece la variante con doble ‘t’.
Independientemente de la ortografía, lo cierto es que Alois adoptó el apellido «Hitler»—una forma modificada de «Hielder»— cuando ya era adulto. Algunos creen que su padrastro, Johann Georg Hiedler, en realidad era su padre biológico. Sin embargo, sin importar la verdad de estos hechos, lo que no se discute es que el camino que llevó a Hitler a ser Adolf y no Adolf Schicklgruber fue insólito.