Cuando Ted Bundy fue llevado a la silla eléctrica y ejecutado en Florida el 24 de enero de 1989, el suceso fue recibido con vítores por parte de la multitud que se había congregado para presenciar la muerte de uno de los asesinos en serie más notorios de Estados Unidos. Condenado por el asesinato de dos estudiantes de hermandad universitaria y de una niña de 12 años en 1978, Bundy mantuvo inicialmente cartas en las que proclamaba su inocencia antes de admitir, días antes de su ejecución, más de 30 homicidios.

Los crímenes y el juicio de Bundy siguen atrayendo el interés público no sólo por la brutalidad de sus actos, sino por el contraste entre su apariencia de joven educado, carismático y aseado y la monstruosidad de sus hechos. Aunque no encajaba en el estereotipo clásico de asesino en serie de la época, hoy se reconoce que Bundy mostró señales claras de rasgos psicopáticos y sádicos, además de comportamientos que, de haberse interpretado como advertencias, podrían haber alertado sobre su peligrosidad.
Obsesión por los cuchillos en la infancia

Desde que salieron a la luz sus crímenes, investigadores y biógrafos han escudriñado la infancia de Bundy buscando indicios que explicaran su psicopatía. Según su madre, Bundy fue criado en parte por sus abuelos maternos y la dinámica familiar fue siempre complicada. El testimonio de su tía Julia sugiere que los problemas comenzaron pronto: cuando ella tenía 15 años, recuerda haberse despertado y encontrar al pequeño Bundy rodeando su cuerpo dormido con cuchillos de cocina. «Se quedó allí sonriendo», contó Julia, quien apartó al niño y advirtió a su madre, sin que nadie hiciera nada extraordinario al respecto.
Conducta antisocial que se volvió pérfida

En la escuela Bundy fue un alumno inteligente y aplicado, cualidades que más tarde le permitieron estudiar Derecho. Sin embargo, también mostró rasgos de retraimiento y antipatía hacia su madre, su padrastro y varios compañeros que se burlaban de su problema del habla. Más allá de la timidez, Bundy destacó por comportamientos agresivos: atacó a compañeros, provocó peleas y construyó trampas —como hoyos cubiertos con estacas ocultas— para herir a otros. En su adolescencia se convirtió además en un mirón y en un ladrón notorio.
Comenzó a torturar animales en la adolescencia

Según el propio abogado de Bundy, John Henry Browne, Bundy admitió que en la adolescencia compraba ratones en una tienda de mascotas, los llevaba al bosque y los mataba. Construía pequeños corrales y decidía cuáles iba a matar y cuáles dejaría libres, describiendo después cómo los desmembraba. Ese interés por cadáveres y por ejercer poder sobre la vida y la muerte anticipa rasgos que desembocarían en sus delitos más atroces: además de asesino en serie, Bundy fue necrofilo, desmembró cuerpos y guardó restos como trofeos.
Testigos relataron estados alterados

Aunque quien conocía a Bundy en su juventud lo describía como normal y respetable, algunos testigos relataron transformaciones inquietantes en su conducta. Una compañera en la Universidad de Utah contó que en un baile observó en su rostro una mirada fija y maniática que la aterrorizó. Un investigador privado del equipo de defensa dijo haber presenciado la misma transformación acompañada de un olor perturbador. Tras su detención Bundy reconoció haber escuchado voces, y algunos interpretaron su doble personalidad como posible fragmentación mental, aunque nunca fue diagnosticado formalmente con esquizofrenia.
Indicios de muchas más víctimas

Condenado a muerte por tres homicidios y confesando 36 antes de ser ejecutado, hoy se le atribuyen posiblemente más de 100 víctimas, en su mayoría niñas y mujeres jóvenes, coherente con su modus operandi. Se sospecha incluso que pudo cometer su primer asesinato a los 14 años, cuando vivía en Tacoma, Washington. En aquella época una niña de 8 años llamada Ann Marie Burr desapareció a pocas cuadras de su casa; aunque no existe evidencia de ADN que lo vincule, la coincidencia de su proximidad y comportamientos —como espiar ventanas— han llevado a expertos a considerar su implicación como plausible.
Entre 1974 y 1978 Bundy asesinó a más de 20 personas a un ritmo feroz, pero hoy se piensa que esos crímenes pudieron ser el culmen de años de depredación en los que aprendió a manipular, incapacitar y matar sin ser detectado. Las señales de advertencia de Ted Bundy —obsesión por cuchillos, crueldad animal, conducta antisocial y transformaciones inquietantes— estuvieron ahí, pero en su momento pasaron en gran medida inadvertidas.
Para profundizar en sucesos concretos relacionados con su ejecución y otras víctimas puede consultarse documentación y reportes disponibles en línea.



















