Incluso en una década marcada por casos judiciales de gran notoriedad como los de O.J. Simpson y Jeffrey Dahmer, el juicio de los hermanos Menendez destacó por su gravedad y controversia. Erik y Lyle Menendez habrían llevado una vida tranquila y habrían quedado en el olvido si no fuera por el brutal asesinato de sus padres, José y Kitty Menendez, ocurrido en 1989 en su residencia de Beverly Hills. Con dos escopetas, los hermanos asesinaron a sus padres en un acto que ellos mismos justificaron como represalia por los años de abuso sexual sufrido a manos de su padre. Después de un juicio en 1994 donde el caso terminó en un acta de precipitación, en 1996 fueron condenados por asesinato en primer grado y sentenciados a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Desde entonces, permanecen en prisión.
Durante la mayor parte de su condena, los hermanos estuvieron en instalaciones carcelarias separadas: Erik fue enviado a la Prisión Estatal de Pleasant Valley y Lyle a Mule Creek, ambas en California, pero a unos 200 kilómetros de distancia. A pesar de sus vidas separadas y de haber tenido relaciones románticas — Erik está casado con Tammi desde 1999 — siempre han deseado volver a reunirse.
Finalmente, en 2018, lograron su ansiado encuentro. Por primera vez en 22 años, los hermanos se vieron en persona y, además, Lyle fue trasladado a la misma prisión que Erik, la Instalación Correccional R.J. Donovan. Por motivos de política penitenciaria, la separación permaneció durante décadas, quizás también por temor a que colaboraran y manipularan a la justicia y a la opinión pública californiana.
Las políticas penitenciarias mantuvieron separados a los hermanos
La razón principal es comprensible: a los hermanos que conspiraron para asesinar a sus padres no se les permitió estar en la misma cárcel. Las prisiones son instituciones destinadas a la rehabilitación, pero también a castigar. Según el Los Angeles Times, en 1996, cuando les impusieron cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, el detective Les Zoeller afirmó: «Conspiraron juntos para cometer los asesinatos y para salir de ellos juntos. Creo que al ponerlos en la misma instalación, todos estarían en riesgo».
Por otro lado, los representantes legales de los hermanos criticaron esta separación como una medida cruel y excesivamente punitiva. La abogada de Lyle, Terri Towery, comentó para LA Times: «Esto hará su vida aún más miserable. Es realmente triste, y lamento que nuestra sociedad se haya vuelto tan vengativa». La abogada de Erik, Leslie H. Abramson, expresó: «Estoy indignada, ¡esto es tortura! Estoy en guerra contra el Departamento de Correcciones». Desde entonces, el equipo legal de los Menendez ha luchado sin descanso para que su situación se revierta y las penas sean reducidas, incluso planteando que puedan tener una libertad condicional a los 50 años.
Esta estricta política también respondía a regulaciones internas: inicialmente, ambos estaban clasificados como presos de «seguridad máxima», lo que los mantenía aislados tanto de otros internos como entre sí.
La reunión en prisión en 2018
En 2018, tras 20 años de separación forzada, los hermanos lograron reunirse. Erik fue trasladado en 2013 a la prisión R.J. Donovan, mientras que Lyle llegaron allí en febrero de ese mismo año. Sin embargo, las autoridades permitieron que se vieran en persona solo en abril, tras esperar meses. El periodista Robert Rand describió el momento como «profundamente emotivo»: los hermanos se abrazaron durante varios minutos sin decir una palabra, y las autoridades les concedieron una hora juntos. Aunque no se sabe con certeza qué decisiones o presiones facilitaron que ahora compartieran espacio, ambos juegan en instalaciones conocidas como «Echo Yard», un área reservada para internos que han demostrado buen comportamiento. Allí, participan en actividades educativas, clases de arte y yoga, además de grupos de rehabilitación para problemas como la ira o el consumo de sustancias. Como presos de «Grupo A», también disfrutan de llamadas telefónicas y videollamadas en tablets, aunque deben dormir a las 9 de la noche y están en celdas separadas dentro de la misma prisión.