Desde el momento en que Adolf Hitler y el Partido Nazi llegaron al poder en 1933, no tenían intención de cederlo. Para mantener el control del gobierno, pusieron un énfasis significativo en fortalecer el ejército. Aunque el ejército nazi, también conocido como Wehrmacht, estudiaba y entrenaba de manera similar a las fuerzas armadas de otras naciones, en realidad hicieron algo bastante diferente. Según The Guardian, los nazis utilizaban drogas de manera regular, incluido su líder, en un intento por crear los soldados más efectivos del mundo.
Curiosamente, para el público, los nazis afirmaban ser «libres de drogas», aunque la metanfetamina era la excepción a la regla. Según Time Magazine, en 1937, cuando un químico sintetizó por primera vez la metanfetamina, una compañía farmacéutica alemana la comercializó como Pervitin. Rápidamente ganó popularidad por su capacidad para aumentar la energía, la alerta y la vigilancia. Un hombre llamado Dr. Otto Ranke fue uno de los principales defensores del uso de Pervitin en los soldados y creía que podía darles una ventaja en combate. Por ello, Pervitin se convirtió en la droga preferida para los soldados nazis.
Blitzkrieg inducido por drogas
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La estrategia militar nazi conocida como Blitzkrieg, o «guerra relámpago», dependía de elementos de velocidad y sorpresa para superar al enemigo. Según Time Magazine, en realidad, los soldados eran el eslabón más débil en esta estrategia, simplemente porque eran humanos. La gente se cansa. La gente necesita comer y beber. Pervitin, en teoría, solventaba algunos de estos problemas manteniendo a los soldados despiertos por más tiempo. Desafortunadamente, la decisión de usarlo resultó inicialmente beneficiosa para los nazis, ya que varias naciones cayeron rápidamente ante su estrategia.
Ya en 1939, el Líder de Salud del Reich y otros informaron sobre los riesgos de tomar Pervitin. Esto llevó a que se establecieran restricciones y que eventualmente requirieran receta médica para obtenerlo, pero estas restricciones fueron mayormente ignoradas. Debido a esto, Temmler-Werke, la compañía farmacéutica encargada de fabricar la droga, continuó produciendo millones de tabletas durante los años siguientes. Muchas de esas pastillas se dirigieron al ejército hasta aproximadamente 1940, cuando el Tercer Reich empezó a preocuparse por los efectos secundarios y las propiedades adictivas de la metanfetamina. Aunque su uso se redujo entre los soldados, el público en general siguió utilizándola, a pesar de las crecientes evidencias sobre sus efectos negativos.
