No hay duda de que la Segunda Guerra Mundial fue un conflicto tremendamente complejo. Aunque se puede simplificar como un enfrentamiento entre las potencias del Eje (lideradas por Alemania, Italia y Japón) y las fuerzas Aliadas (encabezadas por Gran Bretaña, la Unión Soviética y Estados Unidos), esta visión oculta la intricada y gigantesca escala de la guerra. Se estima que aproximadamente 70 millones de personas sirvieron en diversas fuerzas militares, con entre 15 y 17 millones de ellas fallecidas en combate. Muchas más civiles murieron a lo largo del conflicto global; algunas fuentes cifran en unos aterradores 45 millones las muertes civiles. Estas cifras reflejan solo una parte del inmenso alcance del conflicto, que involucró movimientos masivos de tropas, invasiones, campañas de espionaje, desarrollo de armamento y mucho más.
En resumen, durante la Segunda Guerra Mundial hubo mucho que sucedió, y aunque algunas acciones parecen habituales, otras resultan bastante extrañas incluso hoy en día. Ambos bandos parecían dispuestos a probar casi cualquier cosa que les pudiera dar una ventaja, incluyendo campañas de desinformación sumamente extrañas y, en el caso de los Aliados, múltiples intentos por hacer que pequeños animales entregaran bombas al enemigo.
Durante las distintas campañas, coincidencias inquietantes, giros del destino y combatientes notablemente decididos se fusionaron para crear relatos realmente sorprendentes. Aunque algunos de estos detalles extraños parecen haberse olvidado en los libros de historia, vale la pena recordarlos por su singularidad.
Gran Bretaña lanzó una campaña de desinformación basada en zanahorias
Quizá hayas escuchado que comer muchas zanahorias ayuda a maintaining la vista. No es del todo falso, pues las zanahorias contienen vitamina A, crucial para el mantenimiento de los fotoreceptores oculares y para la producción de rodopsina, un pigmento que ayuda a los ojos en condiciones de poca luz. Pero esto no reemplaza la visita al óptico y, desde luego, una bolsa de zanahorias bebé no te curará el astigmatismo.
En la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña llevó a cabo una campaña de desinformación que se basaba en la idea de que comer zanahorias llevaría a una visión sobrehumana nocturna. La Oficina de Aviación británica realizó esta estrategia con la esperanza de que los espías alemanes cayeran en ella, pero en realidad fue un engaño para ocultar la verdadera razón por la que las fuerzas británicas podían derribar aviones alemanes en las incursiones nocturnas: el radar.
En lugar de admitir que dominaban los avances tecnológicos, los británicos difundieron comunicados diciendo que sus pilotos podían distinguir aviones nazis en la oscuridad porque les encantaban sus verduras raíces. Probablemente esta mentira motivó a la población local a seguir disfrutando más sus zanahorias, ya que en tiempos de racionamiento alimenticio, tener una razón para consumir un producto escaso siempre ayuda. Aunque no está claro si los alemanes cayeron en la trampa, la campaña reforzó el mito de que las zanahorias otorgaban visión sobrehumana.
La guerra química dio origen a la quimioterapia
En una peculiaridad de la historia, las armas químicas que se desarrollaron durante la guerra marcaron un paso importante hacia la creación de la quimioterapia. Todo ocurrió en la ciudad portuaria italiana de Bari, que estaba bajo control de las fuerzas aliadas desde septiembre de 1943. El 2 de diciembre, aviones alemanes atacaron y dañaron gravemente un buque cargado de municiones, filtrando combustible ardiente en el puerto y causando la muerte de aproximadamente 1,000 miembros del servicio.
Poco después, el teniente coronel Stewart Francis Alexander, un médico especializado en armas químicas, fue llamado a Bari ante una serie de síntomas extraños en los marineros afectados. Aunque se pensaba que presentarían shocks por el trauma, lo que realmente sucedía era que algunos estaban calmos y con molestias en los ojos, hinchazón y ampollas, y otros, que parecían sanos, morían repentinamente. El análisis reveló que el contacto con un agente químico similar al gas mostaza había causado estas heridas. La investigación posterior en animales demostró que este efecto podría usarse en medicina contra el cáncer, marcando un avance imprescindible hacia la quimioterapia moderna.
Algunos de los Wunderwaffe eran realmente absurdos
Durante el conflicto, los ingenieros y científicos nazis diseñaron armas con la intención de causar destrucción y también de infundir miedo. Conocidas como «wunderwaffe» (armas milagrosas), incluían misiles muy destructivos como las bombas V1 y los grandes cohetes V2. Pero algunas de estas armas se volvieron realmente locas.
Una de ellas fue el tanque P. 1000 Ratte, que nunca pasó de la fase de diseño. ¿La razón? Pesaba más de 1,000 toneladas. Aunque Hitler mostró interés, otros lo descartaron por impráctico. Otro ejemplo absurdo fue el Krummlauf, un accesorio curvado para fusiles que permitía disparar sobre obstáculos. Cuando los estadounidenses probaron estos acoplamientos, descubrieron que las balas a menudo se fragmentaban y que reducían la vida útil del arma. Pero la más estrambótica de todas fue la «gente-sol», un espejo parabólico orbital que concentraba los rayos solares en un rayo láser capaz de destruir objetivos en tierra. Sin embargo, jamás se dieron detalles de producción o cómo enviarlo al espacio, mucho menos su mantenimiento. Recordemos que el primer satélite artificial fue Sputnik I, lanzado por la Unión Soviética en 1957, años después del fin de la guerra.
Algunos altos cargos nazis tenían familiares anti-nazis muy vocales
La familia y los parientes incómodos siempre resultan un problema, pero en el caso de los nazis, eran especialmente problemáticos. Un ejemplo fue Albert Göring, hermano de Hermann Göring. Cuando Hermann sufrió heridas en el fallido golpe de Estado de 1923, Albert y Hermann se distanciaron. Sin embargo, en la segunda mitad de los años 30, volvieron a reunirse, y Albert empezó a ayudar a judíos a escapar del régimen. En 1944, se emitió una orden de ejecución en su contra, y Albert se escondió tras que Hermann le advirtiera. Luego fue arrestado por los aliados, pero dirigentes de la resistencia checa y un interrogador en Nuremberg aseguraron que no todos los familiares de los nazis compartían sus ideas, como Albert, que luchaba contra el régimen desde dentro.
Hitler también tuvo un sobrino irlandés, William Patrick Hitler, nacido de su medio hermano Alois. William, nacido en 1911, visitó a su padre en Alemania en los años 30 y se convirtió en crítico del Führer. En 1944, se unió a la Marina de EE. UU. y luego cambió de nombre, viviendo en Long Island hasta su muerte en 1987.
Los Aliados intentaron usar animales para hacer bombas
En 1941, los británicos idearon una estrategia con ratas muertas cargadas de explosivos, que debían ser colocadas cerca de calderas de carbón para que un trabajador disgustado las arrojara a la caldera, provocando explosiones. La idea fue descartada cuando los alemanes las encontraron sin detonación. Al año siguiente, un cirujano propuso usar murciélagos incendiarios, con la idea de que, al ser liberados sobre ciudades japonesas, se refugiaran en edificios de madera y generaran incendios devastadores. La operación llegó a probarse en 1943, con algunos resultados positivos en Carlsbad, pero el plan fue abandonado por considerarse poco confiable.
También en 1943, el psicólogo B.F. Skinner diseñó un misil guiado por palomas, que consistía en un cargamento con tres aves entrenadas para picotear imágenes en pantallas y así ayudar a la navegación. Sin embargo, esto también fue rechazado por las fuerzas militares.
Los oficiales alemanes adoraban las anfetaminas
El conflicto convirtió en asunto de gran importancia aspectos que en tiempos de paz serían triviales, como mantener las líneas de suministro y animar a las poblaciones. En ese contexto, las anfetaminas jugaron un papel clave. Antes de la invasión de Francia en 1940, los soldados alemanes recibieron Pervitin, en forma de pastilla, para mantenerse despiertos y activos durante días. Se dice que algunos oficiales de alto rango también tomaban estas sustancias, pese a la postura oficial nazi en contra del consumo de drogas. Desde Hitler, a quien su médico personal le administraba diversas sustancias, hasta oficiales de alto rango, la adicción a las anfetaminas fue una realidad en las filas nazis, creando una energía maníaca en un régimen altamente inestable.
Un piloto estadounidense supuestamente voló su avión por debajo de la Torre Eiffel
Las historias de hazañas aéreas en tiempos de guerra siempre cautivan, y una de las más llamativas corresponde a un piloto estadounidense, Bill Overstreet, quien presuntamente voló su avión de combate por debajo de la Torre Eiffel en 1944 mientras escoltaba aviones bombardeo en París. La versión oficial sostiene que dejó atrás un avión nazi en medio de un ataque, siguiéndolo a baja altura y logrando atravesar los arcos en el acto. Aunque algunos creen que fue solo un vuelo de exhibición, la hazaña se convirtió en leyenda, y el propio Overstreet no mostró mucho interés en explorar su hazaña. La multitud en la calle y los ocupantes alemanes quedaron impresionados, y su audaz vuelo fue recordado como uno de los momentos más extravagantes y peligrosos de la guerra.
Operación Cornflakes, ¡igual que al cereal!
Durante la guerra, la propaganda y las operaciones psicológicas estaban a la orden del día. La Operación Cornflakes, por ejemplo, consistió en bombardear trenes postales alemanes y dispersar cartas falsas con propaganda. Se pretendía que los destinatarios generaran confusión o tristeza, y aunque muchas cartas no fueron abiertas, algunas lograron afectar a sus destinatarios. La operación logró que en 1945 se hundiera un tren postal alemán y se dispersaran casi 100,000 cartas falsas por toda Alemania, llegando incluso a influir en algunos en su percepción del conflicto.
Alemania tenía una seguridad operativa realmente pobre
En la guerra, la seguridad operativa es fundamental, pero los oficiales alemanes frecuentemente la olvidaban. Los generales nazis en la base de Trent Park estaban permitidos a mantener sirvientes y disfrutar de comidas especiales, pero en secreto estaban siendo escuchados a través de micrófonos. Las conversaciones revelaron detalles cruciales sobre los programas militares alemanes y el Holocausto, e incluso algunos oficiales intentaron hacer creer que no sabían nada. El caso de Wilhelm Canaris, jefe de inteligencia alemán y anti-nazi activo, es especialmente notable. Aunque era parte del régimen, planificaba con conspiradores el fin del régimen, ayudaba a judíos a escapar y fue ejecutado en 1945 después de ser detenido tras un fallido intento de asesinato a Hitler.
Un piloto belga fue degradado y premiado tras un ataque no autorizado
El desobedecer órdenes en el ejército generalmente conlleva sanciones, pero en algunos casos, puede premiarse. Es lo que ocurrió con Jean de Selys Longchamps, piloto belga en la RAF en 1943. Después de completar una misión de ataque contra un tren en Bélgica, decidió hacer una pasada por Bruselas en contra de las instrucciones. En realidad, atacó la sede de la Gestapo, derribó objetivos y ondeó banderas de Gran Bretaña y Bélgica, matando a varios oficiales nazis y convirtiéndose en un héroe popular. Aunque fue reprimido en su puesto, finalmente recibió la Medalla al Valor por sus acciones, y su audaz acción quedó en la historia de la resistencia contra el nazismo.
Las misiones kamikaze no fueron solo aéreas
Las historias de pilotos kamikaze en Japón son las más conocidas, pero no son las únicas. Algunos sargentos, en vez de pilotar aviones, activaban torpedos llamados kaiten, que funcionaban como misiles submarinos y lograron ataques exitosos en Truk en 1944. Otros operaban en fukuryu, explosivos que se sumergían y colocaban minas en barcos enemigos. Además, se construyeron shinyo, lanchas explosivas que, dirigidas por marinos, se estrellaban contra barcos aliados llenas de explosivos. Se fabricaron unas 6,000 unidades, muchas con materiales baratos y bombas de 500 libras en el proa. Para detenerlas, se intentó bloquear estas embarcaciones con redes que cubrían los objetivos.
Un hombre sirvió tanto en las fuerzas estadounidenses como soviéticas
El paquetero militar Joseph «Jumpin’ Joe» Beyrle fue un paracaidista estadounidense que en 1944 participó en diversas misiones en Francia y, tras un ataque alemán, fue capturado, interrogado y enviado a un campo de prisioneros. Logró escapar bribando a los guardias y, posteriormente, logró unirse a una unidad de tanques soviéticos, donde fue atendido tras ser herido por un ataque alemán. Esto le permitió conocer al comandante Zhukov, quien facilitó que Beyrle regresara a su país. Finalmente, volvió a EE. UU., se casó y vivió en Long Island hasta 1987.
Algunos británicos se refugiaron en jaulas
En los momentos más peligrosos del Blitz, muchos británicos buscaron refugio en diversos lugares. Algunos en estaciones de metro convertidas, otros en refugios Anderson en sus jardines, y algunos incluso en jaulas metálicas llamadas refugios Morrison. Diseñados para colocarse en interiores, estas jaulas permitían a sus habitantes refugiarse en ellas durante las alertas y hasta dormir en ellas, incluso sirviendo como mesas. Se estima que, en 1945, un millón de estos refugios estaban en uso en todo el Reino Unido.
Un soldado japonés siguió luchando hasta 1974
Un ejemplo increíble de resistencia fue el de Hiroo Onoda, un teniente japonés que permaneció oculto en la selva filipina hasta 1974, sin creer que la guerra había terminado. En 1942, fue reclutado y enviado a la isla de Lubang, donde junto a su grupo lucharon contra los aliados, rechazando la realidad del fin del conflicto a pesar de los indicios. Solo fue descubierto en 1974 por el explorador Norio Suzuki, quien trajo instrucciones oficiales para convencerlo de rendirse. Onoda volvió a Japón, donde ganó fama y escribió un libro, y falleció en 2014 en un hospital japonés.
La operación Mincemeat, un intento macabro para engañar a los alemanes
En 1943, los británicos llevaron a cabo la Operación Mincemeat, una estrategia para engañar a los nazis usando un cadáver. Consistió en elegir un cuerpo sin hogar, rellenarlo con documentos falsos sobre una invasión aliada en Grecia y Sicilia, y dejarlo desaparecer en la costa de España para que los nazis lo encontraran. La operación fue exitosa y llevó a los alemanes a concentrar sus tropas en lugares equivocados, facilitando en última instancia la invasión real en Sicilia en julio de 1943.
El cuerpo era del desconocido Glyndwr Michael, quien fue identificado mucho después, pero los documentos mintieron sobre los planes aliados, logrando distraer a los nazis y alterando el despliegue de tropas alemanas en la región.
Un reindeer vivió en un submarino británico durante seis semanas
Los espacios en los submarinos durante la Segunda Guerra Mundial eran sumamente reducidos, pero en 1941, la tripulación del HMS Trident tuvo que hacer espacio para un reno. La historia cuenta que el capitán Sladen, conversando con un almirante ruso, descubrió que el animal era necesario para un viaje, y el almirante lo entregó en el puerto en medio de una operación de patrulla en apoyo a la Marina soviética. La tripulación llamó al animal Pollyanna, la alimentaron con musgo y restos de comida, y la permitieron tomar aire por la escotilla en superficie. Al volver a tierra, Pollyanna fue donada al zoológico de Londres, donde permaneció hasta 1947.
Aún no sabemos exactamente qué eran los foo fighters
Los foo fighters, esas extrañas luces que aparecían en las alas de los pilotos aliados, siguen siendo un enigma. Algunos creen que eran plasmas, gases ionizados que se acumulaban alrededor de las partes eléctricas de los aviones, mientras que otros piensan en fenómenos atmosféricos u objetos desconocidos. Nunca fueron detectados en radar, y las investigaciones militares concluyeron con una respuesta vacía. Hasta hoy, no hay certeza de qué eran exactamente esas luces misteriosas, pero siguen siendo uno de los grandes misterios de la guerra.
Una obsesión extraña con los globos de Hitler
La figura de Hitler genera tanta aversión que incluso sus objetos personales atraen la atención. Quizá esta fascinación tenga relación con la película satírica de 1940, «El Gran Dictador», en la que Charlie Chaplin representa a un dictador que sueña con conquistar el mundo mientras danza con un globo terráqueo. En la época, se fabricaron globos grandes, como el Columbus Globe para líderes políticos y empresariales, y el de Hitler en su oficina en Berlín, que llama mucho la atención. Algunas investigaciones sugieren que varios de estos globos, incluyendo uno con agujero de bala, podrían haber sido propiedad de Hitler, aunque algunos expertos creen que otros pertenecieron a diferentes funcionarios del régimen.
Un globe que sí perteneció a Hitler fue adquirido por un oficial estadounidense en 1945 y conservado en su casa en California. En 2007, fue puesto en subasta y sigue siendo un objeto de interés para los coleccionistas. La historia de estos globos revela otra extraña obsesión que rodeó al dictador, vinculada a su imagen de poder y control mundial.