Por qué el Sahara no será un desierto para siempre

Ciencia
Marruecos, Túnez, Libia, Mali, Egipto

Desde el espacio, es fácil observar el vasto desierto del Sahara, uno de los rasgos geográficos más destacados de la Tierra. Con una extensión de aproximadamente 4.800 kilómetros de este a oeste y unos 1.600 kilómetros en su eje norte-sur, el Sahara abarca partes de hasta 12 países diferentes, acumulando alrededor de 9,2 millones de kilómetros cuadrados. Es el tercer desierto más grande del planeta, solo por detrás de los fríos desiertos de la Antártida y el Ártico. Un cuarto de su superficie está cubierta por las icónicas dunas de arena que todos asocian con un desierto. Sin embargo, este paisaje árido no siempre ha sido así y no siempre será igual.

Los cambios a largo plazo en la rotación de la Tierra indican que el norte de África no está condenado a una sequía eterna. Dentro de miles de años, el Sahara volverá a ser más húmedo y fértil. Actualmente, el cambio climático provocado por los humanos está acelerando este proceso natural, generando variaciones temporales en el clima de la región.

Grandes cambios climáticos debido a la oscilación terrestre

Como muchos leerán, la Tierra es una esfera que gira sobre su propio eje mientras orbita alrededor del sol. Cada rotación de la Tierra equivale a un día, y esta exposición continua al sol genera las estaciones mediante la inclinación de su eje. Pero este eje no está fijo; realiza movimientos lentos y constantes en un proceso conocido como «precesión de los equinoccios», que dura aproximadamente 26.000 años y es causado por las fuerzas gravitatorias de los otros planetas. Este ciclo altera la orientación del eje respecto al sol, modificando patrones climáticos en la historia del planeta.

Dependiendo de la fase de esta precesión, las áreas de influencia del clima pueden cambiar, haciendo que regiones como el Sahara experimenten periodos más húmedos o secos. La evidencia de estos ciclos se encuentra en registros geológicos, donde se analizan capas de sedimentos marinos que contienen indicios del clima pasado, como restos de plantas y tortas de minerales. Algunas épocas en las que el eje favorecía la humedad en el norte de África corresponden a intensos monzones que alimentaban diversos lagos y vegetación en la región.

Era de humedad en el norte de África hace unos 5.000 años

Hace aproximadamente 11.000 años, culminó un período húmedo en el norte de África, que duró hasta unos 5.000 años atrás. Durante ese tiempo, los humanos aprovecharon estos cambios climáticos, dejando pinturas rupestres en el Sahara que representan animales como jirafas y vacas, animales que ya no habitan en la zona. Estas expresiones artísticas, halladas en diferentes sitios, parecen haber marcado lugares de reunión y caminos migratorios.

En tiempos históricos, la región fue mucho más fértil de lo que es hoy. La civilización romana dependía significativamente de las provincias del norte de África y del fértil valle del Nilo. El sur de lo que ahora es Túnez y Libia producía abundantes alimentos, exportando cereales, legumbres, aceitunas y aceite, además de alimentos en conserva y fruta.

La expansión del Sahara a lo largo de la historia registrada

A pesar de que en épocas prehistóricas los pueblos pudieron criar ganado en el Sahara y alimentar a ciudades como Roma, en la historia reciente la expansión del desierto ha sido notable. Esto se debe a ciclos naturales de precesión y al desplazamiento continental, que lentamente ha llevado África hacia el norte, modificando los patrones de lluvia. Desde 1920, el Sahara ha avanzado aproximadamente un 10 % en dirección norte, cubriendo países como Libia y Mali con extensiones cada vez mayores de arena y árido.

Para 2100, algunos científicos pronostican que condiciones similares a las actuales del Sahara podrían extenderse a Europa del Sur y Asia Menor, creando desertificación en regiones que hoy están densamente pobladas, como Turquía, Grecia, Italia, y especialmente en España y Portugal.

Impacto de la expansión del Sahara en las sociedades circundantes

El avance del Sahara ha afectado a las comunidades en sus bordes. Un ejemplo claro es el lago Chad, que ha disminuido en más de un 90 % desde los años 60 debido a cambios climáticos y sobreexplotación. Este lago, un histórico centro de vida y sustento para millones, ahora solo cubre una décima parte de su extensión original, poniendo en riesgo la supervivencia de sus habitantes.

Ante la creciente desertificación, algunas civilizaciones antiguas migraron hacia el sur, estableciéndose en zonas más fértiles y contribuyendo al desarrollo de culturas en el valle del Nilo y otras regiones. Hoy, millones de personas en el Sahel necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir ante la expansión del desierto.

Esfuerzos por frenar o ralentizar la expansión del Sahara

Para mitigar este proceso, se han implementado planes de acción como la conocida «Gran Muralla Verde», que busca restaurar paisajes y combatir la desertificación en el Sahel, una banda de tierra semiárida que bordea el Sahara desde Senegal hasta Eritrea. La iniciativa consiste en plantar millones de árboles y fomentar prácticas sustentables en los países involucrados, con el objetivo de crear una franja de vegetación que detenga o al menos ralentice la extensión del desierto.

En los últimos años, el Sahel ha experimentado una recuperación de lluvias tras décadas de sequías severas en los 70 y 80, que dejaron al 30 % de precipitación por debajo de los niveles de los años 50. Sin embargo, las predicciones muestran una tendencia a un aumento de las temperaturas y a una mayor irregularidad en las lluvias, con riesgos de sequías extremas y lluvias intensas que empeorarían las crisis existentes en la región.

El Sahara, un influjo en el clima global

El impacto del Sahara no se limita a África. Debido a su tamaño y a la cantidad de polvo que levanta, influye significativamente en el clima mundial. La tormenta de polvo en 2020, que cruzó el Atlántico y afectó la calidad del aire en Florida, es solo un ejemplo de cómo el polvo sahariano incide en fenómenos atmosféricos que impactan incluso al continente americano. Además, las partículas del polvo fertilizan los suelos de la Amazonía, promoviendo la biodiversidad.

El polvo sahariano también afecta la formación de ciclones tropicales, pudiendo favorecer o inhibir su desarrollo, dependiendo de las condiciones específicas. La cantidad de polvo en la atmósfera varía según la vegetación y la presencia de lluvias en la región, modulado por cambios climáticos tanto naturales como inducidos por el humano.

Eventos de lluvia impulsados por el cambio climático: un aviso

Recientemente, en 2024, eventos inusuales de lluvia en el Sahara han llenado lagunas y han revitalizado la vegetación en áreas que antes estaban áridas. Estos fenómenos, alimentados por anomalías de El Niño y El Niña, así como por el cambio climático, generan momentos de esperanza pero también de incertidumbre. La irregularidad en las lluvias puede provocar tanto inundaciones como sequías, complicando aún más las condiciones de vida en la región.

El calentamiento global puede hacer que la lluvia en el Sahara sea más frecuente, pero también mayormente impredecible. La tendencia hacia temperaturas superiores a los dos grados Celsius para 2040 podría intensificar fenómenos extremos, extendiendo la desertificación y agravando las crisis sociales y ambientales.

El regreso del Sahara verde: un ciclo inevitable

Lo que para unos puede parecer lejano, para otros es una certeza: si la Tierra continúa existiendo, el Sahara volverá a florecer. Durante su último período verde, hace unos 7.000 años, la región albergaba animales como hipopótamos y elefantes, además de numerosas comunidades humanas. La dinámica del planeta, guiada por ciclos naturales de cambios climáticos, eventualmente traerá lluvias de nuevo a esta vasta extensión.

Se estima que, sin la influencia de gases de efecto invernadero, la recuperación de un Sahara verde ocurriría entre los años 12000 y 13000. Sin embargo, la actividad humana y las concentraciones elevadas de carbono en la atmósfera pueden acelerar o retrasar ese proceso, ya que estudios previos sugieren que períodos similares ocurrieron en épocas pasadas con altas emisiones de gases.

La transición entre el Sahara árido y el verde puede ser rápida en términos climáticos, ocurriendo en unos pocos siglos o una o dos generaciones humanas. Queda abierta la incógnita de si las futuras civilizaciones serán testigos de cómo la naturaleza vuelve a transformar el desierto en un paraíso verde.

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