La Peor Guerra Comercial en la Historia de EE.UU.
La incursión del presidente Donald Trump en 2025, al imponer aranceles a varios países, ha provocado una cadena de respuestas de páginas web, analistas, comentaristas, historiadores y expertos financieros. Mientras algunos ciudadanos se preocupan por los detalles, otros simplemente buscan en Google «¿Qué es un arancel?». Sin embargo, todos están siendo forzados a confrontar y, en muchos casos, a aprender de nuevo los pormenores de un comercio internacional que durante mucho tiempo operó en piloto automático. Parafraseando a George Orwell, se podría decir: «Quien conoce el pasado, conoce el futuro». Por ello, revisamos las guerras comerciales del pasado de Estados Unidos —si es que se puede llamar guerra a esto— para entender mejor el presente y el porvenir.
A lo largo de la historia de aproximadamente 250 años de EE.UU., ha habido numerosos conflictos comerciales internacionales. De hecho, el país se fundó a partir de una disputa de comercio y taxación que desembocó en el famoso Motín del té de Boston en 1773 (todos conocemos cómo terminó esa historia). Desde entonces, EE.UU. ha entrado en guerras comerciales con países como Francia y Alemania por problemas con el comercio de aves, con Japón por electrónica y automóviles, con Canadá por la madera, con Europa por el acero y otros recursos. Pero una de estas disputas destaca por encima de las demás, debido a su conexión con un evento catastrófico: la Gran Depresión. La Ley de Aranceles de EE.UU. de 1930, conocida como la Ley Smoot-Hawley, elevó los aranceles a nivel mundial en un intento de recuperarse de la crisis económica, pero las consecuencias fueron desastrosas.
La Ley Smoot-Hawley y su intento de corregir la Gran Depresión
Aunque todos hemos oído hablar de la «Gran Depresión» o conocemos algunas historias vagamente contadas por ancianos, la realidad en el nivel de las familias afectadas fue mucho peor. Muchas perdieron sus hogares, aceptaron trabajos temporales, formaron colas en filitas de pan y no tenían más remedio que caminar. La justificación de la Ley Smoot-Hawley era fortalecer a las empresas estadounidenses limitando la competencia extranjera. Sin embargo, las consecuencias fueron contrarias a los deseos de sus promotores.
En esencia, la ley aumentó en un 20% los aranceles a importaciones de países extranjeros. Se enfocaba especialmente en los sectores agrícola y manufacturero, intentando que los consumidores estadounidenses optaran por productos nacionales. La depresión ya comenzaba en 1929, pero sus peores años, de 1929 a 1933, apenas comenzaban. La producción industrial descendió un 47%, y el PIB cayó un 30%. En lugar de ayudar, la ley aceleró la crisis, ya que otros países, en respuesta, elevaron sus aranceles sobre productos estadounidenses, dificultando aún más las operaciones comerciales internacionales y agravando la recesión global.
La escalada y consecuencias nefastas de la ley
Inicialmente, la ley elevó los aranceles en un 20%, pero pronto la cifra se duplicó, llegando a entre el 40% y 60%. Hay que recordar que en 1922, el Congreso ya había aprobado la Ley Fordney-McCumber, que elevó los aranceles promedio en EE.UU. a aproximadamente el mismo porcentaje. Las retaliaciones de otros países redujeron las exportaciones estadounidenses de 7 mil millones de dólares en 1929 a apenas 2.5 mil millones en 1932, en medio de la Gran Depresión. El mercado bursátil sufrió caídas aún mayores, y 23 socios comerciales globales protestaron contra la decisión. Los autores del proyecto, Reed Smoot y Willis Hawley, perdieron sus escaños. Lo peor: el comercio mundial cayó en un 65%, extendiendo la crisis estadounidense por todo el planeta.
Recuperación tras el desastre de Smoot-Hawley
En última instancia, salir de la crisis y la recesión derivada de la ley estuvo ligado a la recuperación misma de la Gran Depresión. Los cambios no fueron inmediatos, y no fue hasta 1933, con un nuevo presidente, Franklin D. Roosevelt, que comenzó el rumbo hacia la recuperación. Tras asumir el cargo en marzo de ese año, Roosevelt se enfocó en la grave situación económica y en la deteriorada relación internacional de comercio. En ese marco, implementó el «New Deal» y creó en febrero la Agencia Federal de Exportaciones e Importaciones para gestionar las relaciones comerciales exteriores. Luego, en marzo de 1934, fue aprobada la Ley de Acuerdos Comerciales Recíprocos, que promovió acuerdos comerciales con 19 países.
Roosevelt afirmó que «la recuperación económica completa y definitiva depende en parte del fortalecimiento del comercio internacional». Esa política facilitó la firma de acuerdos comerciales específicos que, entre 1934 y 1939, atendieron la crisis y terminaron con sus efectos. Para cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, la recesión había quedado atrás y los efectos de la Ley Smoot-Hawley se habían superado. La experiencia de la RTAA sirvió como modelo para el comercio internacional en las décadas posteriores, demostrando que la cooperación económica multilateral es fundamental para evitar que una crisis local se vuelva global.