El dolor físico es un mal necesario. Nuestros cuerpos deben detectar cuando están siendo dañados para poder escapar y aprender a evitar peligros en el futuro. Las personas nacidas sin la capacidad de sentir dolor suelen sufrir heridas severas y recurrentes a lo largo de su vida, ya que carecen de la retroalimentación necesaria para distinguir lo peligroso.
Pero el dolor también es una arma. Los animales y plantas lo utilizan para disuadir a depredadores o competidores, y los humanos a menudo infligen dolor intencionadamente para ejercer control y castigar. Algunas personas disfrutan del sufrimiento en un modo malicioso. Como experiencia universal, el dolor genera miedo en casi todos; el dolor extremo al final de la vida, como última sensación, resulta particularmente horrible.
Fuego pegajoso
El fuego probablemente fue lo primero que los humanos aprendieron a temer. Solo hace falta una experiencia para confirmar su peligrosidad. Desde antaño, los estrategas buscaron potenciar su poder haciendo que el fuego fuera pegajoso, asegurando así que cualquier víctima dentro del alcance de un arma incendiaria fuera destruida de manera más completa.
El Imperio Bizantino resistió muchos asedios en parte gracias al uso del fuego griego, una sustancia inflamable cuyo secreto se ha perdido con el tiempo. Se sabe que podía ser rociada desde cañones en las naves y resistía al agua. Los bizantinos lo lanzaban sobre árabes, rusos y cualquier enemigo confiado o ingenuo que se enfrentara a su flota. Más tarde, los Estados Unidos en Vietnam usaron napalm, un combustible inflamable similar, que se adhiere y arde lentamente.
Las quemaduras, como todos saben por haber tocado una sartén caliente, son tremendamente dolorosas. Las peores, sin embargo, pueden dejar de doler una vez que han destruido los nervios en profundidad, pero dejan la piel y el tejido dañado, lo cual puede causar deshidratación, hipotermia y heridas infectadas. Sobrevivir a quemaduras severas puede dejar secuelas de por vida, con cicatrices dolorosas y daños en los nervios.
Envenenamiento por radiación
La radiación ionizante puede impactar los átomos de nuestro cuerpo con tanta fuerza que les arranca electrones, alterando sus propiedades y las de las moléculas que componen. La exposición puede causar síndrome de radiación aguda, también llamado envenenamiento por radiación, el cual afecta gravemente órganos, huesos y tejidos.
El daño más visible aparece en la piel, que puede enrojecer, hincharse y formar ampollas, o incluso perderse. El tracto gastrointestinal sufre náuseas, vómitos y diarrea, que pueden reaparecer tras un margen de recuperación temporal. La médula ósea se debilita, causando una caída en la producción de células sanguíneas, mientras que en el cerebro puede generar ansiedad, confusión y, en casos severos, convulsiones y muerte. El envenenamiento puede ser fatal en días o semanas y, en altas dosis, puede inducir un aumento en la incidencia de cáncer a largo plazo.
Ruina en la rueda
Una de las torturas más conocidas en la Europa medieval era la rueda de la muerte. Consistía en destrozar sistemáticamente los huesos principales de las extremidades, en público. La rueda podía dejar caer sobre los cuerpos en múltiples ocasiones, o atar a la víctima para que el torturador golpeara con otros instrumentos. Tras aplastar los huesos, el condenado podía ser atravesado con pinzas calientes u otros utensilios. En muchos casos, se le atravesaba la columna vertebral con los radios de la rueda, dejándolo colgado para sufrir días o como parte de una ejecución más rápida.
Una leyenda relata que San Catalina de Alejandría, al tocar la rueda, provocó su explosión, matando a algunos espectadores con los fragmentos. La santa fue decapitada después, en un método bastante menos doloroso que la tortura.
Ahogamiento y desmembramiento
En la antigüedad, la confesión de la traición podía implicar la muerte mediante ahorcamiento, desmembramiento y cuarteamiento. Desde 1238 en Inglaterra, los traidores podían ser colgados, desgarrados con caballos en diferentes direcciones, y sus restos exhibidos públicamente como advertencias.
Seles cortaba y sacaba sus órganos, y en algunos casos, los restos se quemaban o se les cortaba la cabeza antes de la dispersión de sus restos. La brutalidad de estas ejecuciones buscaba disuadir y ejemplificar.
La pena del saco
Los romanos apreciaban los castigos extremos. La pena del saco consistía en meter al condenado en una bolsa con un perro, un gallo, una serpiente y un primate, y después lanzarlos al agua o a lugares donde otros animales peligrosos los atacaran. La intención era que los animales se volvieran contra la víctima en un acto de caos y dolor. Aunque se debate si estas ejecuciones realmente se llevaron a cabo, la tradición se practicó en Alemania hasta el siglo XVIII.
Varicela y pequeñaspox
Durante siglos, la viruela fue uno de los temores más grandes. La enfermedad provocaba fiebre, dolor y lesiones que dejaban cicatrices terribles. La forma más peligrosa podía causar hemorragias, lesiones extensas o la muerte en el 30% de los casos. Los invasores la usaron como arma biológica, lanzando cadáveres infectados o regalando mantas contaminadas a poblaciones indígenas en América y Australia.
En 1980, gracias a una extensa campaña de vacunación, se declaró la erradicación en el mundo. La última víctima autorizada fue en Somalia en 1977. Hoy, solo existen muestras en laboratorios ultra seguros en EE. UU. y Rusia, en un debate sobre si su conservación es necesaria o peligrosa.
Medusas caja
Australia alberga animales marinos extremadamente peligrosos, como las medusas de caja. La medusa más peligrosa, la medusa de caja, y la Irukandji, que provoca la sindrome de Irukandji, cuya picadura causa dolor intenso, alta presión, ansia y a veces parada cardíaca. La mayoría de los ataques ocurren en ‘brotes’, en playas llenas de bañistas que creen que algo terrible acontecerá inmediatamente.
Los científicos confirmaron que la picadura de la medusa Irukandji produce esa síndrome después de que un investigador se pinchara y desarrollara todos sus síntomas, y sobreviviera con tratamiento hospitalario. Este pequeño organismo de 2 cm genera un peligro real en las piscinas naturales del continente.
Intoxicación por árbol manchineel
El árbol manchineel crece en algunas islas del Caribe y costas del Golfo de México y América Central y del Sur. Todos sus partes son tóxicas: fruto, savia, hojas y humo. Los advertencias indican no estar bajo el árbol en la lluvia, porque las gotas contienen la savia corrosiva. Se usaba como veneno en flechas y su madera, si se trata correctamente, puede ser utilizada. Sin embargo, su ingestión puede causar quemaduras, ceguera temporal o incluso la muerte—como la que se atribuye al conquistador español Ponce de León, que pudo haber sido envenenado con su savia.
Envenenamiento por cianuro
El cianuro, extraído del árbol nux vomica, afecta el sistema nervioso impidiendo que los músculos se relajen, causando contracciones dolorosas y prolongadas mientras el paciente está consciente. La mayoría muere en horas por fallos respiratorios o cardíacos. En dosis pequeñas, el cianuro se usó como estimulante o en control de plagas, pero ahora está estrictamente restringido. En 1904, un corredor estadounidense llamado Thomas Hicks, durante las Olimpiadas, fue dopado accidentalmente con cianuro, logrando la medalla de oro.
Enfermedades priónicas
Las enfermedades priónicas son terribles. Un prión es una proteína anormal que causa degeneración cerebral en humanos y animales. La enfermedad de kuru, en Nueva Guinea, se transmitía por canibalismo, causando temblores, demencia y risas incontrolables. La encefalopatía espongiforme bovina (enfermedad de la vaca loca) también está causada por priones. La insomnio fatal, una enfermedad hereditaria o por mutación, destruye el área que regula el sueño, provocando insomnio, alucinaciones y muerte.
Rabia
La rabia casi siempre es mortal. Tras una mordedura de un animal infectado, el virus se propaga lentamente por el sistema nervioso central. La persona puede presentar excitación, alucinaciones y aversión al agua, por la espasmos musculares dolorosos al intentar beber. La muerte ocure por fallo cardíaco o respiratorio. Históricamente, los romanos ya penalizaban en su código el permitir que un perro rabioso transmitiera la enfermedad. Hoy existe una vacuna efectiva desde 1885 para humanos y desde los años 1920 para perros.
Desollamiento
El desollamiento consiste en quitar la piel de la víctima, generalmente como castigo por traición, asesinato o robo. El dolor es extremo y la muestra de la brutalidad de la tortura, que puede prolongarse horas o días. La pérdida de sangre, shock, infecciones o hipotermia pueden causar la muerte. Varias obras de arte representan esta atrocidad, como el san Bartolomé con su piel ausente o la figura mitológica de Marsyas.